
Mata la Culebra
La población de esclavos negros africanos que llevaron en la isla antillana sus danzas, cantos y el sonido de los tambores que marcaban el ritmo de manera especial en las populosas fiestas de Reyes, que se festejaban en toda Cuba, pero sobre todo en La Habana.
Era el autentico Carnaval de la población negra y esclavos que gozaban de autentica libertad y licencia ese día. Desde las primeras horas de la mañana se juntaban en la calle con los suyos, en torno a sus cabildos, asociaciones de negros procedentes de la misma nación, que con el paso de los años se acentuaron como sociedades de socorro mutuo, pero que además eran sociedades de recreo y esparcimiento que se les autorizaba a formar comparsas y dar bailes.
El día de Reyes, los cabildos de negros exteriorizaban su gran fiesta, las comparsas daban rienda suelta a los bailes, cantos, música al ritmo de los tambores y ritos acompañados del aguardiente.
Entre estos fue muy popular el rito de matar la culebra, baile de la gente de color y de gentualla que portando una culebra artificial y que saltando, danzando y cantando iban representando la muerte de la culebra, símbolo del mal y del poder, frente a las casonas de la ciudad donde les daban aguinaldos, la escenificación concluía en el patio del Palacio de los Capitanes Generales ante la suprema autoridad de la Isla.
La muerte de culebra establece una relación metafórica para expresar la muerte del mal, que amenaza la vida de la comunidad e n los pueblos africanos y la representación simbólica de la explotación de los negros en el sistema esclavista en Cuba.
Tras la abolición de la esclavitud en 1880, las autoridad civiles prohibieron a los cabildos de negros la reunión y circulación de las comparsas por las calles el día de Reyes, el marco de actuación paso a desarrollarse en las fiestas de Carnaval. En la década de los cuarenta del siglo pasado ya había dejado de representarse en la Habana.


El Mataculebra en Puerto de la Cruz
El mataculebra llega a Puerto de la Cruz de la mano de D. Manuel Díaz, conocido como Manuel Catalina, quien lo trajo de Cuba a finales del siglo XIX y lo representó mejor que nadie por las calles de la ciudad y otros pueblos de la Isla hasta su muerte en 1948. Sus descendientes, las Catalinas, siguieron representándola en los carnavales de la ciudad guardando la tradición hasta mediados de la década de los ochenta del siglo pasado.
…Los negritos de la culebra también sufrieron la marginación y la indiferencia: no se les menciona en documentos oficiales, ni en los programas festivos, los fotógrafos profesionales raramente los plasmaron…Las escasas fotografías que sobre el tema hemos podido recopilar las guardaban, muy celosamente, algunas de las personas que formaron parte de la comparsa.” Matar la culebra: una tradición canaria de origen afro-cubano. Manuel J. Lorenzo Perera.
La recuperación de esta tradición viene a partir del estudio y publicación en 1997 del libro: Matar la Culebra: una tradición canaria de origen afro-cubano, del profesor Manuel Lorenzo Perera, que además inaugura una exposición fotográfico-etnográfica en Puerto de la Cruz y junto con el Grupo Folklórico del Centro Superior de Educación de la Universidad de La Laguna vuelven a desfilar y representar el ritual por las principales calles de la ciudad.


El rito. La escenificación
Comienza con el desfile en una o dos filas según el número de participantes, yendo al frente el negro con la bandera y detrás el mayoral y el negro matador que porta la serpiente. A continuación la fila de negros vestidos de blanco con sonaja y espada encabezados por los miembros que tocan el tambor marcando el ritmo de la marcha y cantando “Aquí vamos los negritos, torichicos chacandela, que venimos preparados para matar la culebra.”. Después de desfilar los negritos hacen un corro, dentro del cual se sitúan el mayoral (único personaje blanco, con barba y látigo en mano) y el negro matador. La representación discurre entre estos dos personajes principales: el mayoral que a base de latigazos amenaza y pide al negro matador que mate al animal y este con el animal en las manos se muestra temeroso tanto de los latigazos como de la mordida de la culebra, acompañados por los coros de todos los negritos del “Calabazón, son, son”.
Al final el negro matador en medio de los gritos del mayoral decide acabar con el animal clavándole la espada en la cabeza, mientras el coro comienza a cantar la última parte del ritual donde saludan a los presentes y con el sombrero en la mano les piden el dinerito. Forman de nuevo y continúan a matarla en otro lugar.